lunes, 11 de enero de 2010

¡Bravo, Sarko!

No es que sea santo de mi devoción pero a cada cual lo que es suyo. Bravo por Sarkozy. Bravo por su proyecto de ley. Por abordar el asunto de frente y por no andarse con paños calientes. Las leyes no solucionan los problemas, pero hacen evidentes los pilares que sustentan la sociedad.
La multiculturalidad debe ser uno de ellos, el conocimiento y reconocimiento de otras maneras de vivir es un valor fundamental pero que eso no nos confunda: el respeto a la libertad de la mujer y sus derechos está por encima de otras consideraciones. Una tibia tolerancia sobre usos y costumbres que no partan de esta premisa nos conduce a un retroceso inadmisible. Demasiados siglos de esclavitud femenina y demasiado sufrimiento hay detrás de las conquistas de la mujer en el último siglo y en este lado del mundo para que nos andemos con chiquitas y, como dicen algunos que se llaman progresistas, dejemos "elegir" a las mujeres. ¿Pero alguien que viva en dignidad y libertad elegiría una cárcel? No creo que ni una sola mujer que sea dueña de su vida, con acceso a la educación y la información, elija llevar un burka. Quien lo ponga en duda que se lo coloque unos minutos. Yo lo hice. Se pierde vista pero todo queda muy claro.



Actualización 14/02/10

No puedo dejar de copiar literalmente unos párrafos del artículo que Bernard Henri-Lévy publica a fecha de hoy en El Pais Domingo:

"... contraviene los principios del laicismo que, pensemos lo que pensemos de la ley sobre el burka, prescribe que hay al menos un espacio, aquel en el que se expresa o, mejor dicho, en el que se construye, se moldea y deja oír su voz a la ciudadanía, en el que esta clase de signo no tiene cabida. En segundo lugar, porque es una bofetada para todas las mujeres que creían comprender que, hoy por hoy, son iguales a los hombre y que su rostro es es por tanto un rostro, un verdadero rostro, no un objeto de escándalo, no un desorden que hay que controlar, no algo ofensivo que nadie quiere ver y convendría disimular, no una impureza. Y, finalmente, es odiosa porque, además, es un ultraje a todas las mujeres que, fuera de Francia y, en particular, en los países de mayoría musulmana, luchan a rostro descubierto contra una prescripción que, como ellas bien saben, no es religiosa, sino política, política de principio a fin, y cómplice de las tiranías más aterradoras.

¿Cómo compartir la inquietud e incluso la solidaridad del mundo con esas mujeres que en estos momentos desfilan por las calles de Teherán, si nos prestamos, aquí mismo, a avalar e incluso a promover los emblemas de la polític contra la que ellas se rebelan? El laicismo, el feminismo y el internacionalismo fueron principios fundamentales de la extrema izquierda en los tiempos en que ésta tenía alma ..."

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