viernes, 23 de enero de 2009

Viejos y recientes asedios


En Zaragoza estamos de aniversario. Se cumplen 200 años de lo que se considera el primer asedio brutal a una ciudad de la época “moderna”. Entre las conmemoraciones se ha recordado a los héroes y heroínas defensoras de la ciudad. Pero también se ha recordado el sufrimiento de las gentes sencillas, cuyos nombres no están en los libros de la historia ni en el callejero. Cabe destacar las iniciativas que enlazan el episodio histórico con otras ciudades que, desgraciadamente en tiempos más recientes y hoy mismo, siguen sufriendo cercos similares, por eso la exposición en el Centro de Historia de la ciudad del fotoperiodista Gervasio Sánchez El último asedio: Sarajevo en la memoria es altamente recomendable. “Las guerras no acaban nunca, no son partidos de fútbol que terminan cuando el árbitro toca el silbato” decía el propio Gervasio en la inauguración de su exposición. Los españoles lo sabemos bien, 70 años después del “fin de la guerra civil” todavía hay quien anda buscando a sus muertos y quien no quiere que se encuentren. Gervasio no es un reportero de guerra, tampoco de muerte, es un reportero de vida, de las vidas que se pierden por culpa de esa infamia que es la guerra y de las vidas que sobreviven al horror y tienen que cargar con él toda su existencia. Las fotografías, las palabras de Gervasio son imprescindibles para los que como él quieren saber:

“Sé que uno de los vicios principales de nuestro tiempo es obviar el pasado, rehabilitar las biografías de los prohombres y convertir el mundo en un estercolero declarativo. Sé que hemos claudicado ante la verdad y que las víctimas son condenadas al ostracismo guerra tras guerra. Sé que ninguna historia inventada será capaz nunca de superar la atroz realidad. Sé dónde reside el dolor permanente. Sé que todavía hay centenares de tumbas sin abrir. Sé qué ocurre cada 11 de julio en el cementerio de Potocari cuando miles de mujeres, hombres y niños se reúnen para enterrar a los últimos identificados de Srebrenica. Sé que los huesos de miles de bosnios sin identificar lloran en bolsas de plástico que se agolpan en frigoríficos gigantescos en Tutzla. Sé porque lo he visto con mis propios ojos demasiadas veces. Sé porque quiero saber. Porque la memoria y la conciencia son lo único que me quedan ante la ignominia y la mentira. Ambas heridas pero vivas” Gervasio Sánchez

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